Cambiar implica sustituir una cosa por otra. La educación está más cerca de la idea de
transformación. Es un proceso que toma elementos nuevos, otros que ya tenía y otros que pone en
crisis para articular una propuesta distinta. El cambio es un hecho en sí mismo. La transformación es
una continuidad orgánica, algo similar al movimiento de las olas. El mar nunca es el mismo.
Una de las principales discusiones que hoy se presentan es el impacto del desarrollo tecnológico
dentro y fuera de las aulas. Estamos hablando de la irrupción de inteligencias que parecen
reemplazar buena parte de las tareas que históricamente parecieron tan humanas. En ese escenario,
los chicos y las chicas tienen nuevas alternativas para construir el saber.
Y la pregunta vuelve a indagar en el rol del colegio. Qué, cómo, para qué, por qué. Las mismas
preguntas requieren respuestas distintas. El objetivo de la educación es formar buenas personas,
buenos ciudadanos, capaces de trabajar en equipo, de reflexionar desde un enfoque inclusivo, de
incorporar conocimientos, de construir identidad. Los equipos docentes entonces se actualizan para
navegar nuevos mares, que también es el mismo mar. Ahí está la trasformación.
Este año cumplimos 25 años.
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