La fotografía fue histórica. Por primera vez se desplegó la bandera argentina sobre las Islas Malvinas después del conflicto bélico de 1982. En esas tierras estaban enterrados aquellos soldados argentinos sólo conocidos por dios. Hasta que el trabajo heroico de Julio Aro y Geoffrey Cardozo escribió una nueva página de la historia.
“Esta no es una cuestión de nacionalidad, es una cuestión humanitaria”, dijo Aro, recién llegado de tierras australes, frente a directivos, docentes y alumnos de nivel secundario del CADS. “Hoy tenemos reconocidos a 112 compañeros con nombre y apellido. Nos faltan 10. Y vamos a tener novedades antes de fin de año”, agregó. Las palabras del excombatiente conmovieron, no sólo por la intensidad del trabajo que están realizando, sino por la transparencia de la exposición. Más allá del impacto político y diplomático que está teniendo su cruzada a nivel internacional, más allá de la candidatura al Premio Nobel de la Paz, Aro prefirió dejarle un mensaje a los estudiantes, una enseñanza que él milita desde el ejemplo: “Hay un hilo mágico, un hilo conductor, que tiene que ver con el amor. Cuando uno hace las cosas con amor los resultados son estos”, dijo.
Julio Aro preside la fundación No me olvides, integrada por madres de soldados caídos, veteranos y civiles. Desde hace once años le dan contención a personas que padecen trastornos físicos o psíquicos originados tras haber vivido situaciones violentas. El trabajo de identificación de cuerpos en tierras malvinenses comenzó cuando el coronel Cardozo dio a conocer los apuntes que guardaba en un sobre papel madera, en su casa de Inglaterra, con detalles de cada uno de los más de cien cuerpos que enterró en el Cementerio Darwin.
Cardozo contó que cada vez que enterraba un cuerpo sin identificación pensaba en su familia. Pensaba en sus madres. Pensaba en su propia madre, que le había dado un abrazo fuerte cuando partió a la guerra. Treinta y siete años después, la recompensa llegó con los soldados identificados, con las familias que pudieron despedirse y cerrar una historia de dolor profundo.
“Hay decisiones que ustedes van a tomar. Son pequeñas decisiones que van a lograr algo enorme. Me acuerdo cuando estaba en las islas con mi primer cuerpo, frente a ese valiente luchador argentino. Ese hombre era un chico de 18 años. Yo anoté los detalles de cada cuerpo y los enterré con tres bolsas para que se conservaran. Cada paso que di fue pensando en el futuro. Cada vez que enterraba a un luchador sentía que estaba su madre al lado. Yo mismo me sentí como una madre”, les dijo Cardozo a los alumnos del CADS. “Porque las figuras centrales de esta historia fabulosa son las madres. Amen a sus madres, porque son figuras extraordinarias. Lamentablemente muchas fallecieron sin saber dónde estaba su hijo. Pero hoy hay otro lado de esta historia”, agregó.
El encuentro continuó con la entrega de un afiche donde los alumnos escribieron frases alusivas al trabajo de Aro y Cardozo. Por último, se sacaron fotos con el grupo y con los directivos. Así, entre lágrimas y abrazos, cerraba una de las jornadas más intensas que el CADS vivió en sus veinte años de trayectoria educativa.
El director del nivel secundario, Juan Lofrano, al salir del salón de usos múltiples del colegio, se acercó a Geoffrey Cardozo para despedirse y agradecerle su visita. Cardozo, mirándolo a los ojos, le dijo: “Estuvimos reunidos con el presidente de la Nación, con los senadores, con los diputados, con distintos funcionarios nacionales y embajadores, pero este es el día más importante de mi estadía en Argentina, porque estuve con jóvenes que me escucharon”.
Viernes 15 de marzo de 2019. Un día inolvidable para el CADS. Los chicos y las chicas fueron parte de una historia que trasciende el tiempo, desde la voz de sus protagonistas. Pudieron identificarse con un mensaje que es ejemplo de lucha, amor y paz.